Has escuchado que el azúcar alimenta el cáncer, pero ¿cuál es el verdadero problema?
El azúcar (glucosa) proviene de todos los alimentos con carbohidratos. Al igual que con las grasas y las proteínas, necesitamos glucosa para sobrevivir. Nuestros cuerpos no controlan qué células utilizan glucosa, todas nuestras células usan glucosa, tanto las células sanas como las cancerosas. Reducir o eliminar la glucosa de una dieta saludable y bien balanceada no desacelerará el crecimiento de los tumores. ¿Lo mejor que puede hacer? Concentrarse en una dieta basada en plantas (incluidos los carbohidratos), y evitar el consumo de alimentos procesados; esto apoyará a su sistema inmunológico.
¿Dónde y cuándo comenzó la conexión entre el cáncer y el azúcar?
La idea de que el azúcar alimenta al cáncer ha circulado en los principales medios de comunicación durante décadas. Sus orígenes se remontan a un artículo publicado en la década de 1920 por Otto Warburg, un químico alemán que, junto con sus colegas, descubrió que los tumores absorben grandes cantidades de glucosa, que luego se convierte en lactato en lugar de ir a las mitocondrias y convertirse en energía y dióxido de carbono.
Sus ideas llegarían a ser conocidas como el efecto Warburg en la década de 1970. Así que la teoría dice que si «privamos» de glucosa a las células cancerosas podemos detener el crecimiento del tumor y potencialmente destruir el tumor. Hemos aprendido mucho desde entonces sobre cómo las células cancerosas obtienen y usan la energía para el crecimiento y, mirando la evidencia más reciente, podemos decir que no es tan simple como «privar» a la célula cancerosa de glucosa.
Los cuerpos sanos necesitan energía para funcionar correctamente. Sin energía, no podemos producir nuevas células, reparar las células dañadas, mantener nuestros sistemas de órganos y apoyar un sistema inmunológico robusto. A diferencia de las plantas que utilizan la luz solar para producir energía (glucosa), los humanos tienen que consumir alimentos para obtener energía en forma de macronutrientes, como: grasas, proteínas y carbohidratos, para luego ser utilizados para producir toda la energía que necesitamos para vivir.
Los seres humanos pueden usar estos tres macronutrientes para producir energía, pero nuestros cuerpos prefieren la glucosa como su principal fuente en condiciones normales y saludables. Las células cancerosas no son diferentes, en que para que crezcan y se reproduzcan también necesitan glucosa para satisfacer sus necesidades energéticas. Si evitamos consumir azúcar de los carbohidratos, nuestras reservas de glucosa caerán a niveles críticos y, por lo tanto, nuestros cuerpos comenzarán a descomponer más proteínas y grasas para garantizar que nuestra glucosa en la sangre permanezca estable. Este aumento de la descomposición de las proteínas resulta en la pérdida muscular y un sistema inmunológico debilitado.
La ausencia de glucosa resulta en la descomposición de proteínas y grasas en un cuerpo sano y también en un cuerpo que tiene cáncer. Por lo tanto, si reducimos o eliminamos la glucosa de una dieta saludable y bien balanceada, esto impedirá que nuestras propias células sanas obtengan la energía que necesitan para sobrevivir y prosperar.
Los estudios han demostrado que esta eliminación de glucosa de la dieta no desacelerará el crecimiento de los tumores. Se necesita más evidencia científica para comprender mejor si y cómo una dieta cetogénica podría ayudar a retardar el crecimiento tumoral. Actualmente no tenemos suficiente evidencia para apoyar la eliminación de carbohidratos de nuestras dietas con la esperanza de reducir o ralentizar el crecimiento de las células tumorales.
Entonces, ¿existe una conexión entre el azúcar y el cáncer?
Cuando comemos, nuestros niveles de glucosa aumentan, lo que hace que el páncreas produzca insulina. La insulina es una hormona que ayuda a que la glucosa se mueva de nuestra sangre a nuestras células, llevando nuestros niveles de azúcar en la sangre a un rango normal.
Cuando consumimos grandes cantidades de azúcares simples (es decir, la forma que está más cerca de lo que nuestros cuerpos absorben), los niveles de glucosa en la sangre aumentan y se libera más insulina para ser utilizada. Si una persona consume una dieta alta en azúcares simples durante varias décadas, nuestros niveles de insulina pueden ser anormalmente altos y, con el tiempo, nuestras células no responderán a la insulina, y la glucosa permanecerá por encima de los niveles normales en nuestra sangre. Esto puede conducir a un síndrome llamado hiperinsulinemia (altos niveles de insulina circulante) y, finalmente, resistencia a la insulina y diabetes tipo 2, que son enfermedades proinflamatorias, un posible impulsor de la progresión del cáncer.
La resistencia a la insulina puede alterar la producción de ciertas proteínas en su cuerpo, lo que posteriormente aumenta los niveles de estrógenos y andrógenos libres en el cuerpo, lo que puede aumentar el riesgo de algunos tipos de cáncer, como el cáncer de mama.
Otra forma en que el azúcar está conectado con el cáncer es a través de la obesidad. Una dieta altamente procesada, a menudo es alta en azúcares agregados, lo que resulta en un aumento de peso. La obesidad se considera un estado inflamatorio de grado bajo; y una de las características distintivas del cáncer es la inflamación crónica. En 2014, la Sociedad Americana de Oncología Clínica (ASCO) señaló que «la obesidad es un factor contribuyente, pero poco reconocido, al número de personas con cáncer, además está superando rápidamente al tabaco como la principal causa prevenible de cáncer.»
Angelea Bruce, RD, CSO, CNSC, dietista oncológica de Sharp Healthcare en San Diego, utiliza esta analogía para ayudar a sus pacientes a comprender mejor el papel del azúcar y el cáncer.
«Cada célula del cuerpo requiere glucosa como combustible, incluidas las células cancerosas.
Obtenemos glucosa de todos los alimentos con carbohidratos. Si no comemos suficientes carbohidratos, las células (normales y cancerosas) aún exigen una fuente de glucosa y el cuerpo la produce al descomponer las proteínas de nuestros músculos y sistema inmunológico. Con el fin de minimizar la pérdida muscular y el compromiso inmunológico, necesitamos proporcionar una fuente constante de carbohidratos a través de la dieta siempre que sea posible.
Las células usan glucosa de la misma manera que los automóviles usan gasolina. Con una conducción normal, nuestro coche utiliza cantidades variables de gasolina dependiendo de si estamos frenando o acelerando. Las células normales se dividen a ritmos variables, algunas cada tres días y otras cada tres meses, o más. Durante la división celular, se usa más glucosa, al igual que un automóvil que acelera usa más gasolina. Pero después de la división celular, vuelve a un estado de desaceleración, usando menos glucosa.
Las células cancerosas son como automóviles con el acelerador pegado al suelo, usan glucosa a altas velocidades, porque se dividen a velocidades mucho más rápidas que las células normales. Si aún desea poder conducir su automóvil, no puede arreglarlo si tiene el acelerador apretado simplemente dejándolo sin gasolina. Por la misma razón, no puede privar a las células cancerosas de glucosa, porque también privará a sus células sanas de su combustible. Las células cancerosas son mucho más tenaces que las normales y persistirán a expensas del resto del cuerpo».
En conclusión
El azúcar (glucosa) proviene de todos los alimentos con carbohidratos. Nuestros cuerpos no controlan qué células obtienen glucosa. Nuestra recomendación es consumir una dieta basada en alimentos integrales que sea abundante en alimentos vegetales, como: frutas, verduras, granos enteros y legumbres. Minimice la cantidad de alimentos altamente procesados como sea posible y mantenga un horario regular de actividad física.
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Kate Ueland, MS, RD, se especializa en nutrición oncológica, trabaja principalmente con pacientes con cáncer de mama, ovario, riñón y melanoma en todas las etapas contra el cáncer, en Seattle Cancer Care Alliance (SCCA) en Seattle, WA. Como asesora y editora de nutrición de Cook for Your Life, Kate se asegura de que todo el contenido culinario se adhiera a la Academia de Nutrición y Dietética y siga las pautas basadas en la ciencia.
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